La Gitana que honró a toda una raza 1963 - Lecturas

28.03.2013 17:07

LLEVABA EL BAILE EN LA SANGRE

SE FUE PARA  SEMPRE

CARMEN AMAYA

A los siete años de edad, ya había actuado en los teatros más famosos del mundo entero, ante reyes, jefes de Estado y grandes personalidades

Su máxima preocupación fue siempre llevar el bienestar a su familia y poder seguir bailando.

Antes de doblar la esquina del medio sigo, Carmen Amyta se fue para siempre. A los cuatro años de edad su pizpireta figura era ya popular en el Somorrostro barcelonés, en donde nació y vivió junto a los suyos hasta el momento de iniciar su primera gira por el extranjero.  No levantaba un palmo del suelo cuando sus pies y sus manos se dejaban arrastrar frenéticamente al compás de unas palmas. Pronto su presencia fue obligada en los “tablaos” de la Ciudad Condal de los que, tres años más tarde, en 1933 concretamente, pasaría a debutar con todos los honers ante el público de París. Luego, el cine y, algo después. Portugal, Argentina, Brasil, Canadá, Estados Unidos… En este país actúo especialmente para el presidente Roosevelt , en la Casa Blanca, quien, en prueba de su agradecimiento, la obsequió con un marsellés bordado en oro.

Carmen Amaya ya se había convertido en la gitana más universal de nuestros tiempos, pero íntimamente seguía siendo la misma que, de niña arrastrara los pies descalzos por el asfalto de Barcelona; la misma chiquilla soñadora que a diario mojaba sus cabellos en el azul Mediterráneo que ribeteaba si humilde barraca. Sí, porque el corazón de Carmen seguía esparcido entre todos los suyos y también entre todos los que llegaron a ser amigos. Nunca regateaba ayuda a quien la necesitaba y jamás dio la mínima importancia ni a la ostentosidad a las múltiples obras benéficas que continuamente practicaba.

Por encima de sus grandes, excepcionales, condiciones artísticas, se ha alzado la figura humana de la mujer, una gitana que, con su proceder, ha servido para honrar a toda una raza.

Todos los días para aquella figura que recibe de continuo los enfervorizados aplausos del público son importantes. Pero, de entre todos, el que había de recordar Carmen con mayor emoción fue aquél en que las autoridades barcelonesas acordaron bautizar con su nombre la fuente del Paseo Marítimo, enclavada en el mismo lugar donde ella viera por vez primera la luz del día. Aquella misma fecha ofreció un gran programa de baile en el Palacio de la Música a beneficio de los niños del Asilo de San Rafael. En el intermedio, le concedían la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Particularmente Carmen aparejaba esta fecha con la del 19 de octubre de 1951, en que contrajo matrimonio con José Antonio Agüero, en la mayor de la intimidad, considerando que eran las jornadas más felices de toda su existencia.

En los últimos días de su trágica enfermedad, como es sabido, a Carmen Amaya se le otorgaron, al mismo tiempo, el lazo de la Dama de Isabel la católica y la Medalla de Oro de la ciudad de Barcelona. De haber tenido ello lugar en otras condiciones, se habría completado la trilogía de los momentos más imborrables, por lo dichosos, en la vida de la que fue insuperable como artista y ejemplar como mujer, y por la que hoy se llora en los cuatro puntos cardinales de la geografía.

(Una exclusiva de Reportajes SANROMA) LECTURAS 1963.